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lunes, 19 de septiembre de 2011

Punto y coma.

Había llegado a un punto de inflexión en su vida, a un punto y coma en el escrito de su vida.
Se sentó delante del ordenador un día más e intentó verter como siempre sus entrañas mentales en un puñado de caracteres tipográficos. Supo que estaba en un punto y coma porque no le fue posible. No fue capaz de rescatar nada del oleaje de marejada que barría sus neuronas y dejaba poco más que unos restos de un naufragio a flote.

Navegaba a la deriva dentro de sí misma, no había nada a lo que aferrarse, sólo veía el remolino marino arrastrándole inexorablemente hacia él como un agujero negro. Su rosa de los vientos había extraviado los rumbos, el sur parecía confuso de localizar y  las estrellas no aparecían para indicarle, esa noche callaban...

Más le valía pasar pronto ese punto y coma, con naufragio o no, o quedaría como un relato inacabado: manco, tuerto y cojo, y lo que es peor: en eterna suspensión...

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